Fue espontáneo. La gran cantidad de tatuajes en los cuerpos de los devotos me llevó a fotografiarlos justo en los momentos de expresión vívida o haciendo acercamientos para captarlos junto a esos otros elementos que hacen parte del atavío de procesión: el vestido, los alambres de púas, las cruces sobre la espalda y las capuchas ocultando los rostros penitentes.
Hubo algo en ellos que me provocó atracción. Tal vez la sencillez de sus trazos. Tal vez los contextos de origen imaginados por mi: el cuartel y la cárcel. Tal vez me equivoque.
Y había muchos más que los que muestro.
Contacto con el fotógrafo: zuckorosero@hotmail.com