La Calle del Algodón – Manuel Kingman

espejos

Tres espejos redondos al frente de un cuadrado, dos tierras de colores sostenidas por latas de vaserola, San José encima de los cepillos, las luces de navidad compitiendo con el color de las gilletes, grandes niños dios acostados en “belenes“ improvisados hechos con cordones de colores, composiciones barrocas hechas de pequeñas cosas.

El propio “armado“ de los puestos en la Calle Sucre era parte de un ritual que podia durar de una a dos horas, dependiendo del cuidado de cada vendedor y del tipo de elementos que le servia de base. LLegaba un cargador trayendo los elementos de las bodegas  y el ritual comenzaba, los objetos salían de las cajas y se colocaban en la calle. Lo que antes eran estructuras de hierro y tablas viejas, objetos distintos, se iba convirtiendo  en colores y formas. Ese fue uno de los intereses al fotografiar esa calle, captar el cuidado que ponían los comerciantes en colocar cada objeto de una manera atractiva para el comprador, logrando crear una estética propia.

“Nosotros vendemos cosas baratijas“ en eso se diferenciaban los vendedores de la Calle Sucre de los comerciantes de la Chile y la Ipiales los cuales vendían ropa, televisores, electrodomésticos y por lo tanto obtenía una mayor ganancia. Ellos eran los ricos del comercio informal “los mayoristas“. En la Calle Sucre se vendían “chucherías“, cosas que se compran al paso.

El proceso de armado de los puestos, los resultados diversos que se obtenían a  partir de elementos diversos, permitía producir, a partir de las imágenes fotográficas, una suerte de metáfora de la forma barroca de funcionamiento de la cultura popular. Pero además de los puestos, se tomaron fotografías de los vendedores: se intentaba registrar a partir de sus retratos todo un mundo de vida. El tomar esas fotografías demandó de un proceso de negociación: conocer a cada vendedor, ganarse su confianza, hacerse amigo. No se trataba de tomarlos por asalto, sorprenderlos con la cámara. Se trataba de estar en el espacio para convertirse en parte de él y compartir sus preocupaciones humanas en un momento conflictivo: el que antecedió a su reubicación. Esto permitió documentar la vida cotidiana de esta calle: los niños jugando a los pies de los transeúntes, las estrategias utilizadas para vender mejor, la interacción de los clientes, la religiosidad de los comerciantes, la preocupación por los cambios que provocaría la ubicación en otro espacio….

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