Secreto público por X. Andrade*

*Antropólogo, especializado en cuestiones urbanas y visualidad. Ph.D. (c) The New School For Social Research. Coordinador del Programa de Antropología Visual de la FLACSO-Ecuador.

xandrade13@hotmail.com

Una pintura y una instalación sirven para pensar las relaciones entre arte y sociedad, y las ilusiones de ciudadanía que los concursos generan. La primera, cuyo nombre desconozco, es exhibida como parte de la muestra del FAAL que se puede visitar en el Museo Municipal de Guayaquil. La segunda, “Flores de Gato”, fue emplazada en la vía pública para ser removida de inmediato.

La pintura llama la atención por su capacidad de levantar críticas sobre la coyuntura política pero también sobre el mundo del arte: un miembro de la escabrosa Policía Metropolitana, célebre por sus abusos contra los vendedores informales, es retratado de espaldas, pincel y no tolete en mano, como en el acto de vigilancia. El pincel alude a las condiciones de la producción artística en un medio precario. Los artistas, me sugiere, son escudriñados por alguna forma policíaca, la de la curaduría –comentario ingenuo en un medio con poca visibilización de esta práctica- o la de la “paracuraduría”, este último un término que acuño para describir a aquellos mecanismos subterráneos que interfieren en las convocatorias de arte y que dejan en mano de las autoridades distintas formas de censura política. Mientras estas prácticas persistan, mi conclusión, el juego de las invitaciones abiertas las incluye.

“Flores de Gato” es un proyecto de intervención urbana del colectivo Las Brujas que fuera emplazado en el borde de una vereda aledaña al lugar del concurso de escultura, cientos de florcitas compuestas por aplicaciones fosforescentes montadas sobre placas metálicas que debieron ser taladradas sobre el filo de una curva cubriendo 50 metros en total. Removido por ser visto como un acto vandálico, desnuda lo irracional del control público en manos de esta administración local: allí, precisamente en donde los conductores de autos arbitrariamente privatizan el espacio de los paseantes al parquearlos sobre la vereda, un sutil comentario sobre la condición peatonal es recibida con sospecha. Flores pisoteadas por un engranaje aceitado, nuevamente, por las interferencias paracuratoriales que constituyen el sistema del arte. La noción de “paracuraduría” nace por analogía a lo paramilitar: actividades ocultas auspiciadas por autoridades que convierten a sus intermediarios en suertes de mercenarios. Nada nuevo, un día más bajo la sombra del arte en Ecuador.
Tomado del Telegrafo 23 de octubre de 2009

www.eltelegrafo.com

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