Sobre Ornato y Delito, muestra de Adrian Balseca por Alejandra Santillana Ortiz

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FUNDICIONES, Adrián Balseca (fotografía: Martina Avilés)

ORNATO Y DELITO

“La grandeza de nuestra época radica en el hecho de que es incapaz de
crear un ornamento nuevo.Hemos vencido al ornamento.
Hemos decidido finalmente prescindir de él”

(Adolf Loos, Ornamento y delito).

La muestra de Adrián Balseca se toma, en tono minimalista, dos salas de ceroinspiración. Una con una campana de hierro hecha de alcantarillas robadas y fundidas, y la otra, con una araña de cristal que alumbra con la energía que toma de un poste de alumbrado público usando un cable que entra a través de una ventana rota.

Escribía el arquitecto vienés Adolf Loos, en su texto Ornamento y delito (1908), que la modernidad abría una posibilidad fundamental sobre la concepción del tiempo, el espacio y la estética: la ausencia de ornamento. Para Loos la época moderna podía significar el destierro del absurdo que significaba la necesidad humana de crear ornamentos, y advertía en este cuasi manifiesto que la persistencia sobre la producción de ornamentos era una tentación sistemática justificada por la generación de alegría vital o de volver hermoso un objeto.

En la muestra Ornato y delito se retoma sus reflexiones sobre el lenguaje, la producción objetual cargada de contenidos políticos y las fronteras borrosas entre lo público y lo privado, para proponernos, en una doble vía, la imbricación entre la transformación de objetos utilitarios en ornatos sonoros y, por otro, la relación de objetos privados con la utilidad de lo que nos ofrece ese intrincado espacio público.

La instalación Toma de Luz literalmente se “toma” – de manera temporal– la energía eléctrica de un poste de la calle a través de un cable que entra por la ventana de la galería para alimentar la luz que emana una lámpara antigua, objeto familiar que iluminará el centro de una de las dos salas que constituyen la muestra. Tal acometida nos invita a preguntamos ¿Cómo es representada la dimensión de lo público en el espacio privado de la galería? ¿Es la galería un lugar de la esfera pública donde se debate sobre lo público? ¿Qué nos aporta saber en dónde está el límite entre lo público y lo privado? ¿Qué nuevos contextos de significaciones nos presenta esta intervención?

En primer lugar, nos presenta el contexto de la irrupción: irrupción de cables de energía que provienen de los exteriores y que por lo tanto son públicos; irrupción acentuada por la ventana que ha sido rota no para sacar algo sino para introducir electricidad; rotura que a la vez es metáfora de la toma de electricidad tipificada como delito por el marco jurídico del Estado ecuatoriano. Pero la toma es presentada como la posibilidad del ornamento y no como la metáfora de la precariedad, esa acción que potencia la relación entre la utilidad de un objeto y su tentación ornamental.

Loos sostenía con una convicción inclaudicable que el ornamento era, sobretodo, una pérdida inútil de fuerza laboral, de tiempo de trabajo, y que con su producción no se conseguiría la alegría ni se convertiría en hermoso al mundo. Denuncia al ornamento moderno como anclado y subvencionado por el Estado, inscrito en el contexto de una estética del vaciamiento que ve en el ornamento una inutilidad y un exceso innecesarios propios de los primeros años de vanguardia del siglo XX.

Las piezas de Adrián Balseca reconocen en Loos una enorme potencialidad discursiva por los cruces entre estética, diseño y urbanismo o planificación pública. Pero su forma contemporánea de entender el mundo de la vida hace que la reflexión no se ancle en el deber ser sino en la puesta en tensión entre dos prácticas de vida: una es el robo común de energía eléctrica y otra el ejercicio del sentido en un modo de vivir de barroco (colgar una araña de cristal con un sinnúmero de foquitos). La segunda, la de la araña que parecería innecesaria, tanto como el ornamento generalizado por Loos, resulta tan vital como la primera si pensamos que en el ethos barroco el ornamento es una parte integrante tan fundamental de la modernidad inacabada como la misma electricidad. Entonces, nos volvemos a hacer preguntas: ¿Cuál es el delito? ¿El robo de energía? ¿Qué es el ornato para ese delito sino un alibi? ¿La precariedad del servicio público justifica moralmente el robo de energía? ¿Y el ornamento qué justifica?

Con Fundiciones (Título en construcción), se vuelve a cometer otro “delito” al tomar una tapa de alcantarillado público para fundirla y convertirla en una campana de hierro que lleva la inscripción “Todo ladrón será quemado”. Aquello que podría situarse en el plano en tensión entre lo ilegal y lo legal, es convertido nuevamente en una tensión entre lo público y lo privado y entre lo útil y lo ornamental. Es entonces la perdurabilidad del objeto lo que permitiría poner en un nuevo contexto estas tensiones. Las tapas no son eliminadas, ni vendidas, ni usadas como tapas de alcantarilla, son transformadas mediante la fuerza de trabajo del artesano y su tiempo, en un objeto que oscila entre la utilidad de la alarma comunitaria (la campana es entendida como la primera versión del megáfono comunitario) y el carácter netamente crítico de una campana en el espacio de exhibición. Sin llegar a verse “salvados”, éstos objetos se van escapando de posibles definiciones rígidas para volverse experiencias estéticas que promueven una crítica de las nociones de “ornato” y “delito” desde un margen de la ciudad como es el espacio de arte contemporáneo ceroinspiración.

No olvidemos cuál es el contexto espacial y político, cotidiano y objetual en el que se formulan estas articulaciones: Quito, lugar donde las prácticas informales de uso de la ciudad, los intentos municipales de control del espacio, las disputas de su uso, las restricciones y las tácticas para sortear esas restricciones, sumadas a la “viveza criolla”, la inventiva cotidiana y una intención de juego a través del cual se fracture ese cotidiano, se hacen presentes en dos objetos, lámpara y campana, que denuncian desde la frontera permeable de la toma y el delito su propio acto.

Alejandra Santillana Ortíz

Quito, 2010

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ZENITH, Yoshua Okón + Artemio (video cortesía de los artistas y Galería Revolver Lima)

Acompañando esta muestra, ceroinspiración presenta la instalación Zenith (video color, 2008) de los artistas Yoshua Okón (Mexico, 1970) y Artemio (Mexico, 1976). Este video, producida en el Perú, representa all colibrí emblemático de Nazca, pero trazado por unas líneas de cocaína.

+INFO

www.adrianbalseca.com

www.yoshuaokon.com


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