ATOPÍA, cuando esta exposición Is NOT FOR YOU por Juan Sotomayor

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Este texto a manera de crónica, va narrando desde mi perspectiva de visitante la muestra Atopía, que se presentó en el Centro Cultural Metropolitano (MET) entre el 9 de agosto y el 29 de septiembre de 2016, determinando los pro y contras que se pueden observar claramente en varias de las instituciones culturales de la ciudad regidas por una museología caduca sin innovación, donde el arte sigue siendo enaltecido como algo sagrado –a pesar de que en sus discursos se diga lo contrario- fomentando de cierta manera una segregación de públicos, limitando el acercamiento de una parte de la comunidad al disfrute del arte y sobre todo evitando que los diversos públicos generen diálogos de crítica sobre el marco conceptual de lo que llamamos arte y que se exhibe en estos espacios.

 

Durante estos casi dos meses, Quito acogió en una de sus principales entidades culturales una espléndida muestra del arte actual, perteneciente a la colección de la Fundación Thyssen-Bornemisza Art Contemporary (TBA21) de Viena, demostrando que la gestión cultural de la ciudad tiene muy buenos representantes, los cuales vienen trabajando arduamente y que gracias a personas como Pilar Estada, -quien tomó las riendas del MET a inicios de año- Quito puede continuar acogiendo exposiciones de prestigio nacional e internacional, destinadas a una población que se ha acostumbrado a un constante movimiento cultural dentro de su agenda. Pero a su vez me pregunto si esta exposición ha demostrado nuevamente las falencias de esta ciudad y de sus mismos gestores culturales al dejar de lado ese grave problema que hasta el momento parece seguir estancado en nuestra escena artística-cultural, al no atraer públicos nuevos y menos especializados al mundo del arte para su disfrute.

 

Mi encuentro con Atopía se dio en septiembre cuando eché camino a Quito desde Sangolquí para recorrer la muestra en el MET, que tras su exhibición previa en México y Bogotá, llegaba a Quito con muchas expectativas por parte de la colectividad –aún queda determinar a qué “colectividad” me refiero-, especialmente porque esta formaba parte de la programación de Verano de las Artes de Quito (VAQ). Ya en la exposición, tras cruzar las puertas de ingreso al MET, la primera impresión que tuve al ingresar a la sala fue muy buena, ver la obra Starcaise-V del coreano Do Ho Suh, con ese contraste de la sala oscura y la obra de color naranja intenso y en esas grandes dimensiones elaborada en una tela transparente, me anticipaba que me esperaba una gran muestra, digna de ser visitada por todas las personas en la capital, residentes o visitantes. Sin embargo esta inusitada emoción decayó mínimamente, al leer lo que Atopía sería en palabras de las curadoras de la muestra en el panel introductorio. Un extenso texto, que para muchos de los viandantes comunes de aquellos domingos peatonalizados del centro histórico, nos puede resultar difícil de asimilar o entender por ese lenguaje tan kitsch, rebuscado y pretensioso que muchos suelen (re)utilizar, para soltar una interpretación del arte contemporáneo.

 

Leyendo este texto, junto a mi estaban tres mujeres, que al parecer al igual que yo, trataban de descifrar aquel algoritmo de palabras, la diferencia es que ellas no se hicieron lío en tratar de entender a los “no lugares” de los que se hacía hincapié en la muestra, sino que continuaron hacia la muestra, echaron un vistazo rápido a la sala y se retiraron con la misma emoción con la que ingresaron, ¿no sé por qué? Por mi parte, no dejé que este ligero tropezón inicial me impida continuar disfrutando de esta exposición, pues me apasionaba cada vez más al avanzar y ver en el patio norte del MET a dos obras que captaban mucho la atención del espectador, Frío estudio del desastre, del colectivo cubano Los Carpinteros; y NOTFORYOU de la artista italiana Mónica Bonvicini.

La primera de ellas, mostraba una pared montada con bloques de construcción, paradójicamente en destrucción, una obra que a mi parecer se ganó la atención total de lxs visitantes al MET-Quito. Muchas personas trataban de retratarse junto a aquella explosión de concreto, haciendo cualquier ademán que muestre su aporte hacia la destrucción del muro, sin embargo a pesar de ser una obra tan atractiva dentro de la exposición, su cédula explicativa se hallaba tan lejos a la vista de los visitantes que pasaba totalmente desapercibida.

 

La segunda obra, ubicada sobre el ingreso al museo Alberto Mena Caamaño, trataba de una frase elaborada con bombillas incandescentes que se encendían y apagaban continuamente con una intrigante y rotunda sentencia, que traducida el castellano increpa un NO PARA TI y que evoca a un letrero de los años 50, de esos teatros que muchos hemos visto tan sólo en películas, y que en esta exposición se vio resguardado por los sigilosos guardias del MET para que los visitantes ni siquiera se atrevan a intentar subir los graderíos para acercarse a esta obra – que de por sí ya estaba bastante lejos del espectador-.

Sin embargo y pese a las observaciones de este pesado visitante, mi intriga en continuar con el recorrido por ATOPÍA no cesó. Al ingresar a otra de las salas del patio norte, me encontré con una obra que llamó mucho mi atención y no fue sólo por la obra en sí y su disposición museográfica, sino por una continua interacción de las personas con ella. Woman to go, de la francesa Mathilde ter Heijne, una instalación con 180 postales de fotografías de distintas mujeres, con una breve descripción a manera de biografía, en la parte posterior de estas. Estas postales estaban a disposición del público asistente de manera gratuita, para que de alguna manera -como lo asevera la artista en su web- “lleves un modelo del rol femenino o su fuente de inspiración”, ya que se trata de mujeres que han vivido en una época donde la sociedad ha dado por hecho el predominio del hombre sobre la mujer.[1]

 

Al ver esto, inicié con la recolección, no sólo de una, sino de varias “fuentes de inspiración”, para posteriormente leer estas historias con más detenimiento, sin embargo cual conspirador de antiguos regímenes totalitarios, la Inteligencia del MET          -encarnados para esta muestra, en un guardia y en un mediador de la sala- me abordaron, increpando que no puedo llevarme tal cantidad de postales, porque la administración ha determinado que el visitante debe llevarse “una o como máximo dos postales por persona”. Sentí en ese momento que mi libertad de acceso a la libre información, estaba siendo vetada por una institución que supuestamente está allí para darnos a conocer que los límites y las fronteras del conocimiento no existen, gracias a eso que llamamos arte.

 

Pero, ¿qué seguí encontrando alrededor del montaje de esta maravillosa muestra? Pues sí, aquellos límites y fronteras que se han apoderado de nuestros museos durante décadas, encarnados en esta ocasión en alarmas de pitidos chillones y en esos tubos de agencia bancaria, con grandes cordones rojos de terciopelo mostrándonos que el arte debe verse y vestirse como en un baile de gala, de esos donde como bienvenida te ponen un cartel que reza “se reserva el derecho de admisión”. Por eso no se me hizo nada extraño ver al niño tratando de cruzar los cordones blancos, en la obra Petrified petrol bomb de los artistas Jennifer Allora y Guillermo Calzadilla, donde su madre tomándolo de la mano y desafiándolo con un tono de voz entre seria y avergonzada “no papito, no se acerque, después el guardia nos habla”. Claro el niño es el peor delincuente de esta sociedad al querer acercarse al arte, a lo sagrado, a lo que no somos dignos de pronunciarnos sobre él.

¿Cuál es la diferencia entre Bogotá o México frente a Quito, cómo para que nuestras salas de exposición sigan resguardando las obras a través de cordones? Quizás ellos ya se dieron cuenta que mientras más barreras impongas menos atraes a los visitantes, menos fomentas ese dialogo entre arte y visitante y mucho menos fomentas esa crítica hacia la propuesta conceptual de la obra que debe imperar por parte del público donde la mayoría muchas veces sólo se abstienen a decir “si, está bonito” o “no, está fea”. Atopía en Bogotá y México se mostró sin ese tipo de limitaciones entre obra y espectador, brindando una sensación de unidad entre el visitante y la muestra, algo que no se logró en el MET bajo mi perspectiva.

Las autoridades y quienes colaboran con el MET hicieron una gran labor en traer esta muestra que no podía pasar desapercibida en nuestra ciudad al haber estado ya en otros puntos de Latinoamérica. Algo muy positivo que demuestra que Quito puede crear puentes de diálogo con el arte actual del mundo y sus ciudadanos, pero que aún no identifica el cómo. Sabemos que dispone de un sinnúmero de medios para poder hacerlo, pero aún falta que los sepa utilizar de manera tal, que dicha inversión                         -gestionada a través de las diversas instituciones culturales del municipio- llegue a la mayoría de sus visitantes y que no sea direccionada tan sólo a un público entendedor del arte contemporáneo.

Si bien es cierto se trata de una muestra que viene comisariada desde Viena a través de Daniela Zyman y con una co-curaduría de Valentina Gutiérrez Turbay del Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO) es legítimo y oportuno que toda muestra se contextualice a nuestro medio. Con ello no quiero decir que por ser Ecuador tienen que haber guardias armados en cada sala y fronteras físicas para con las obras. Sino que se debería propiciar diálogos continuos que permitan favorecer un acercamiento de la comunidad al arte. Instrumentos más abiertos, que no sólo sean las visitas guiadas acostumbradas en estas instituciones a realizarse de cuando en vez. Para ver si así de una vez por todas dejamos de temer a ese monstruo llamado arte contemporáneo.

No se trata de llenar las salas de un centro Cultural con obras traídas de las mejores colecciones del mundo mientras no haya un modelo de comunicación eficaz en el que se pueda transmitir un concepto entendible y digerible para la mayoría de las personas que asisten por una muestra. Tampoco se trata de abarrotar las salas de exposición mostrando un supuesto interés público por ella. Cometemos el error en querer demostrar el éxito o fracaso de una muestra a través de estadísticas, en las que mediante indicadores cuantificables se determina cuántas personas ingresaron a una exposición. ¿Acaso estamos tomando en cuenta el nivel de satisfacción de estas mismas personas al salir de la muestra? La pertinencia o no de una muestra en un centro cultural, museo o cualquier espacio expositivo radica en que se legitime una interacción y por ende una comprensión de los objetivos de la muestra con su público, sean estos entendidos o no entendidos del inmenso mundo del arte.

Por un arte al alcance de todas y todos.

 

Juan Andrés Sotomayor Ruíz

Investigador cultural, Restaurador y comulgador ferviente de la Museología Crítica. Caminante empedernido de todo aquello que se plazca decir que posee plazas, calles, pasajes o callejones. Mi debilidad son los museos y cines, en especial aquellos cuya premisa es la gratuidad y cómo no la cerveza bien fría (aunque ahora la beba sin alcohol).

 

Imágenes:

Imagen 1 NOTFORYOU, 2006. Monica Bonvicini. Letras de acero galvanizado, focos de 40w, programa de iluminación computarizado / 99x400x14 cm. Fotografía de la página oficial de Facebook del Centro Cultural Metropolitano


[1] http://www.terheijne.net/project/woman-to-go/

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