Cocina y resistencia

Éramos alrededor de 15 voluntarios en ese momento, y algunos trajimos nuestros propios utensilios de cocina. En dos ollas grandes, pronto pusimos a cocinar arroz y una menestra de lenteja con pedazos de plátano verde, y como no había contenedores para realizar preparaciones, improvisamos cortando por la mitad los botellones de agua vacíos que empezaban a acumularse. Nos apremiaba la anunciada llegada de al menos cuatro mil indígenas desde el norte y sur del país, que se instalarían en El Arbolito y en el Ágora de la Casa de la Cultura. Al arroz con menestra sumamos papas con encebollado de atún, y mote con estofado de salchicha. En esa cocina espontánea ya estaba instalado un motor humanitario. Las preparaciones sencillas que lográbamos eran la concreción de un cúmulo de voluntades libres de cualquier dictamen.