Por María Fernanda Cartagena
Día tras día las cosas que nos rodean constituyen nuestra subjetividad. Varios de estos objetos lograron ingresar al hogar por las ofertas del mercado y otros no se han ido nunca, cuando sin saberlo van llenando los cuartos de nuestro inconsciente. A diario también estas cosas se desordenan. Me refiero a esos nuevos lugares, otros usos, destinos inesperados, adaptaciones o transformaciones insólitas a las que las sometemos.
¿Será posible articular la noción de traducción cultural en el intento de pensar la relación entre vida cotidiana y los objetos que la inventan y contextualizan? A esas permanentes alteraciones, interferencias o disrupciones que Sarat Maharaj señala, debemos aprender a escucharlas en la vida cotidiana como parte de la producción de diferencias. Para este teórico los modelos para-discursivos son generadores de estos descentramientos. También explica el contraste entre diferencia y “diversidad”. Esta última se va a referir a “un espectro de marcadores fijos –estereotipos- que en la década de los 90 se asociaron a las estrategias oficiales de multiculturalismo y que desembocaron en la administración y regulación de la diferencia” (Maharaj 2000: 32-48). Esta diversidad se “cosificó” y filtró fácilmente en nuestra vida cotidiana en la explotación de la otredad presente en esferas como la moda y la decoración. Esta tendencia de los objetos para fijar contenidos, advierte el riesgo de emplear la noción de traducción cultural. Así, nos desplazaremos del objeto a sus usos, privilegiando ejemplos donde convergen, desde diferentes perspectivas, el cuerpo, el deseo, la necesidad y el habla, como caminos posibles para pensar la producción de diferencias. Interesa esos usos silenciosos, más allá de la función y forma de las cosas, lo que Michel de Certeau ha denominado como las maneras de operar y maneras de emplear, donde los consumidores lejos de estar condenados a la disciplina operan creativamente resignificando el orden dominante (Certau 1990). En la misma línea, Baudrillard formula preguntas sobre la “vida” de los objetos, las relaciones y conductas que las atraviesan, más allá de sus clasificaciones técnicas y formales (Baudrillard 1968:2).
Ciertas prácticas artísticas remiten a la oralidad de los objetos inscrita en lo privado, iniciativa y afecto, que resisten el poder institucional y reglamentado. Desde Duchamp el listado sobre la incorporación del objeto al estatuto artístico es muy extenso y por lo tanto hay sendas perspectivas de análisis. Este enfoque, en general, se desplaza del poder intelectual del artista decidiendo qué se convierte en arte, al del artista como medium o conducto de las relaciones cotidianas con sus objetos y con los objetos del otro. Estos ejemplos suelen experimentar dificultades cuando ingresan al museo o galería, ya que lo primordial no es el objeto per se, sino su “vida” en otras manos y sus elocuciones en otros campos.
Si sabemos apreciarlo, estamos rodeados de arte en nuestra vida cotidiana: en las casas, en las calles, en las plazas. en los parques, en las estaciones de tren, en las cafeterías, en los monumentos…