JOVENES EN GUAYAQUIL: De las ciudades fortaleza a la limpieza del espacio público

X. Andrade

* Antropólogo, New School for Social Research, Nueva York. Trabaja temas de renovación urbana, antropología visual y arte contempóraneo. Es profesor asociado de FLACSO-Ecuador.
** publicado en Nueva Sociedad # 200, noviembre-diciembre 2005

Recurro a un internet café para propósitos de actualizarme profesionalmente sobre temas de antropología y arte contemporáneo. El escenario es un barrio de clase media-alta en Guayaquil, Ecuador, la ciudad más grande del país con una población que sobrepasa los 2’000.000 de habitantes. El futuro de la ciudad está marcado por un agresivo proceso de renovación urbana que empezó hace poco más de un lustro y cuyas consecuencias visibles son tan notables como aquellas que no se dejan ver. La recurrencia mediática a ciertos aspectos de la vida juvenil –particularmente la violencia entre sectores populares- funciona al ocultar, simultáneamente, su devenir como masa poblacional en una ciudad signada, ahora, por la privatización radical del espacio público. La pregunta que articula este ensayo es: cómo afecta tal privatización a la constitución de sentidos de ciudadanía entre los jóvenes guayaquileños? Intento contestarla analizando dos polos de una ecuación exclusionaria promovida por la renovación urbana: por un lado, los jóvenes de ciudadelas fortaleza, y, por otro, aquellos que ocupan los escalones menores del mercado laboral creado por la propia transformación espacial. El silenciamiento político opera en ambos frentes y el miedo es el puente que articula sus intercambios.

Artificialidad

Observo detenidamente a mis efímeros pero consetudinarios colegas internautas, pienso en las ciudadelas fortaleza en las que han crecido entre la gente de su mismo estrato social y composición étnica, y escucho el intercambio que tienen mientras profesan, a gritos, disposiciones para ser exitosos en un juego virtual donde se escenifica la eventual aniquilación del terrorismo internacional. Aunados por los propios diseñadores de la batalla, todos mis informantes combaten a este último que, no por coincidencia, resembla a rostros de gente de piel obscura. Todos los internautas ocupan la posición del soldado norteamericano en ataques “liberadores” que tienen lugar entre un paisaje de montañas áridas. La circulación de comandos entre ellos es sucinta: “ataca”, “aniquilálos”, “mátalos”. “Cuidado!” es el grito de moda mientras se divierten, oscilando entre el ataque verbal para disminuir la masculinidad pública de cada uno de ellos, y la risa abierta o la decepción por los objetivos logrados o fallidos. Un tono de precaución que es activado también cuando salen de la sala de juego, en el territorio de las ciudadelas de habitantes homogéneos en términos de clase y raza, separadas por muros supervigilados las 24 horas por gendarmes apostados en garitas y apoyados por cámaras de video. El caso extremo de este estilo de vida autocontenido es el de Samborondón, una ciudad satélite ubicada al frente de Guayaquil, al cruzar el amplio río Guayas a cuya orilla ambos asentamientos se extienden. Un puente une físicamente los dos polos pero también separa sociológicamente a estos jóvenes. La prensa ha dado por referirse a los que habitan en ellas como “chicos burbúja” para dar cuenta del carácter artificial de su experiencia en tanto urbanitas, la misma que crea fantasmas y enemigos, como los del play station, cuando se enfrentan eventualmente con las realidades que quedan más allá de las murallas.

La primera sensación que un visitante a Samborondón tiene es la de encontrarse en el primer mundo. Una amplia avenida atravieza este conglomerado urbano, convirtiendo a esos kilómetros de asfalto en la mejor infraestructura de su clase en el país. Una serie de palmeras ornamentan parterres y aceras en un intento supremo por mimetizarse con aquellos paisajes de familiaridad global que los planificadores de estos lares añoran. De hecho, las palmeras han sido elevadas –especialmente a partir de su implantación masiva como parte del lenguaje estético de la renovación urbana en Guayaquil- al nivel de íconos de progreso puesto que sirven para trazar lazos simbólicos entre estas localidades y Miami, ciudad esta última que se ha convertido desde mediados del siglo pasado en el principal referente arquitectónico tanto para los constructores privados como para los diseñadores de la renovación espacial en su conjunto. Aunque a estas alturas del debate sobre el carácter homogenizante de la globalización, vinculaciones de esta índole pudieren sonar mecánicas o simplistas, para el caso guayaquileño ellas describen literalmente a la transposición de dispositivos y/o proyectos arquitectónicos en el paisaje genérico que se ha ido creando, los mismos que, muchas de las veces, han sido diseñados por compañías norteamericanas creadoras de franjas insignes tales como la de “Coconut Grove”…..

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