Quito contemporáneo… o si el arte emergente emerge finalmente. Por: Paulina León

(Texto para el catálogo «Registro 2008» del Espacio Arte Actual- FLACSO en Quito)

Durante el año 2008 tuve la oportunidad de participar en varias de las actividades de Arte Actual: realicé la exposición la dupla conjuntamente con María Dolores Ortiz, participé de Formato Diálogos y de Formato Portafolio, asistí a varias de las 11 exposiciones llevadas a cabo durante el año y a sus respectivos conversatorios, donde pude apreciar variedad en las propuestas -tanto en sus contenidos como en la utilización de lenguajes-. Es un agrado ver que el arte contemporáneo ecuatoriano cuenta con un espacio activo en la ciudad de Quito, el único construido específicamente para la exposición de obras contemporáneas, con una agenda llena durante todo el año y una serie de actividades paralelas a las exposiciones que incentivan la reflexión y discusión de temas concernientes.

Miro lo que en estos dos años ha representando Arte Actual para el arte local y me digo: ¡Qué alivio! , y me replico: ¡Qué reto! Para nosotros los artistas locales es un reto, y sobretodo, una exigencia, el pasar de la lamentación constante de los últimos años -„no hay espacios en Quito donde exponer “- a apropiarnos activamente de los espacios, tanto dentro como fuera de la institución.

El panorama de la reciente producción local es efervescente: varias promociones de noveles artistas egresados de las tres facultades de arte en Quito, la creación de cada vez más colectivos artísticos (si hasta parece moda), una serie de festivales y encuentros de arte en escenarios ambulantes (espacio público, radio, internet, revistas, etc.) gestionados por artistas, y el sorprendente financiamiento estatal a varias propuestas contemporáneas. Estos elementos me permiten constatar que el arte en la ciudad ha dejado de ser (o de autoconsiderarse) un niño desnutrido y abandonado, y empieza a experimentar, a hacerse presente y a joder la vida. Sin embargo los niños, me parece, siguen jugando únicamente en su patio: se hacen las gracias los unos a los otros, se pelean entre sí, se repiten en sus juegos. Todo esto bajo la mirada complaciente de un par de mamitas y algún papito.

Aunque a lo mejor es una generalización, considero que hay principalmente dos problemas que aquejan a nuestra producción local actual: el dejarse llevar por una corriente de moda y la falta de confrontación del trabajo en un ámbito internacional.

Pareciese que ahora muchos artistas quieren aplicar la fórmula que tan bien funciona y se vende en los circuitos expositivos, aquella que ha marcado la moda y estereotipizado el arte latinoamericano: el “artivismo”. Es ingenuo creer que el artista – desde la comodidad de su status – es el reinvindicador de las luchas sociales, el denunciante de las marginalidades, en definitiva, es el subalterno. Es fácil, triste y a la larga inútil camuflar la mediocridad y la falta de profesionalismo de lo “alternativo” y “subalterno”. No nos olvidemos además que el discurso de la subalternidad es volátil, fácilmente absorbido y legitimizado, de manera cada vez mas voraz y rápida, por el sistema dominante, perdiendo así gran parte de su carácter disidente.

El artista consecuente debe sumergirse en su búsqueda, sabiendo que después no va a volver a ser el mismo. Ha de hurgar en los rincones de las memorias colectivas, en los recuerdos personales, en las sensaciones y reflexiones que determinado territorio le suscitan. El artista -ojo crítico, mano hábil, filtro perverso- debe ser capaz de traducir el micromundo que percibe, en imágenes, sonidos, palabras, ambientes. Entendamos el arte como un espacio de investigación y de producción, de diálogo y de confrontación, en el que se interacciona de manera real con un contexto social determinado, que comunica, que plantea preguntas, que vuelve ambiguas las situaciones. El artista ha de creer en los procesos más allá de los resultados, se enfrenta, se arriesga, y sobretodo, se exige. Seamos concientes de que el arte juega un papel importante como productor y direccionador del nivel simbólico de lo social, disputa o mantiene ciertas hegemonías de representación, aquellas formas que establecen un discurso, una construcción social. La subalternidad sobrevive únicamente a través de su constante trasformación, manteniéndose en un campo ambiguo que la defiende de la categorización.

Por el otro lado, al observar las dinámicas y funcionamiento de la escena local, me invade una incómoda sensación de aislamiento. La comunicación entre artistas de las distintas ciudades del país es escasa, y el intercambio con la escena internacional es casi nulo. Me parece que la desconexión y la de falta de vínculos reales con el exterior representan una forma de estancamiento. ¿Es que no existe mundo más allá de nuestro patio?

Veo la necesidad de confrontar la producción local con otros públicos, con otros contextos, con otros modos de hacer. Sobrepasar las fronteras, crear redes internacionales de intercambio, dejar que dialoguen los conocimientos, promover procesos y estrategias transversales de investigación, producción, difusión y distribución. Circular, hacer circular, dejar circular. Llevar la voz de lo local a lo global, no como una voz perdida en la polifonía internacional, sino como huella de trasformación del relato propio en metarelato.

Entendamos al arte como productor de un pensamiento teórico y práctico establecido en un nivel específico del conocimiento humano, que no es ni lo empírico, ni la ciencia, ni la política (y todos a la vez), y que puede transgredir los discursos establecidos, incluso el de la subalternidad. La producción de relatos simbólicos, tienen la capacidad de recoger de manera ordenada, la experiencia de los sujetos de un contexto y tiempo determinados, brindándonos información del mundo, de las otras dimensiones de conocimiento que están fuera de la ciencia. Sepámonos capaces de intervenir y crear narraciones simbólicas, reconfigurando los procesos de significación, reorganizando los signos, y produciendo subjetividades. Estas nuevas subjetividades, al ser “narradas”, se trasforma en conocimiento.

Los artistas debemos apostar por la subjetividad aún no cautiva por los mas media, aún no teorizada por la ciencia. Optemos por un arte amplio, ambiguo, de múltiples lecturas, con capacidad de intervención autónoma, edificador de momentos desestabilizadores en las narrativas dominantes. Indaguemos estructuras nuevas de pensamiento, articulemos nuevos parámetros en los mitos sociales, establezcamos paradigmas alternativos que incorporan ideas, culturas, seres, antes excluidos. Alteremos la línea del tiempo, la memoria. Permitamos a nuestro trabajo ser un experimento, un arte en transito, un punto de fuga, un discurso infiltrado. De esta manera se ha de abordar la alteridad, a través de complejizar los juegos de identidad, de desorientar la linealidad, a través del error, lo difuso, lo rebelde, de lo que no se deja clasificar.

Menos mal que en la producción local también se puede confirmar que la excepción hace la regla, y ahí estamos, viendo que las excepciones son cada vez más.

Comentarios

  1. Doris Camacho says

    Resulta que en la casa de mi tio han habido un montón de revistas de los años 90 llamadas HUMBOLT. Tienen que ver con la cultura en Alemania. En una de ellas había un texto sobre unos 2 hermanos -ya entrados en años- que eran coleccionistas de Arte.

    Ellos coleccionaban de todo y casi no dejaban escapar nada -de valor- que estuviera al alcance de ellos y lo pudieran comprar. Decían que el ejercicio de coleccionar es mejor cuando se tiene a las obras guardadas en carpetas que en cuadros en la pared.

    Estos 2 hermanos eran campesinos y conocidos de Josep Boys.

    Lo interesante y que cambio algo en mi la forma de pensar el arte era que: Josep Boys les vendía sus bocetos, obras y todo lo que él se encontraba y creía que era digno de guardarse; primero en carpetas llenas de sus dibujos que los coleccionistas pagaban en comodas cuotas… luego, las obras de Boys llegaban hasta por camiones!!!!

    El punto es que Josep Boys -como sea que se escriba su nombre- era un creador infatigable. Figurense poder dar hasta por camiones su obra.

    Esto me hizo pensar algo. EL ARTISTA TIENE QUE HACER OBRA HASTA PARA REGALAR!!!

    Quiero decir que, tiene que ser tanta, y tan numerosa la obra de un artista como para cumplir la buena idea de Paulina León: Circular, hacer circular, dejar circular.

    Antes de leer ese texto hacía obra cuando me daba la gana. Después de eso me exigo crear algo casi a diario y avanzar en obras más complejas que toman más días.

    De otra forma, si no se hace MUCHA obra se corre el riesgo de tener pocas obras malas, pero si se hace mucho se puede tener mil obras malas pero también mil obras buenas.

    De esas mil, se puede hacer circular la mitad, moverlas como al dinero.

    De hecho, otra cosa interesante del texto de los 2 hermanos coleccionistas es que… a pesar de haber empezado a coleccionar obras baratas… su colección entera, hoy por hoy, vale mucho más de lo que alguna vez imaginaron. VALE MUCHO.

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